El concurso ha concluido, pero puedes leer las creativas soluciones de nuestros lectores al puzle planteado.
Nos pusimos en contacto con Henrik Englund de SkyGoblin para pedirle una clave de TJD2 que sumar a la de TJD1 que me regalaron con la precompra del juego y así poder organizar un nuevo concurso como el que hicimos con motivo de Resonance. La aventura se presta a ello. A Henrik le gustó tanto la idea que no solo nos dio esa clave, sino que disponemos de tres de cada capítulo para regalaros.

Premio: 3 copias digitales para Steam (capítulos 1 y 2).

Plazo: concurso finalizado.

La dinámica del concurso es la misma que entonces. Para participar no necesitáis seguirnos en ninguna red social, tampoco hacernos retuits ni siquiera leer ninguno de nuestro artículos —como las críticas de The Journey Down: Chapter 1 o The Journey Down: Chapter 2—. Nada de eso es necesario para ganar una de las tres parejas de copias de los dos primeros capítulos de la flamante aventura de SkyGoblin. Solo necesitáis vuestro ingenio.

Requisitos

1. Ser una persona —políticos, banqueros y expendedoras de tabaco quedan excluidos—.
2. Responder al juego propuesto como comentario a esta entrada o enviando un correo a nuestra dirección indiefence de gmail.com con el asunto “Concurso TJD” —es preferible esta opción, así ya tendríamos vuestro e-mail para enviaros las claves en caso de que resultaseis ganadores—.
El plazo termina el domingo 16 de noviembre a las 23:59 GMT+1 —si entonces no tuviésemos una participación suficiente, se ampliaría hasta que la hubiese—. Los tres ganadores serán elegidos por la inventiva de sus soluciones —ya veremos por quién—. Los premios no son canjeables por tarjetas black. Tened en cuenta que los juegos solo están disponibles en inglés.

Juego



Debéis resolver el siguiente puzl… No, no huyáis. Aguardad. No tenéis que hacer un jaque mate en dos movimientos ni conseguir que funcione un circuito eléctrico. Cualquier solución que se os ocurra será válida, tenéis total libertad.

Situación

La búsqueda de Kito, que avanzaba arrastrándose entre las sombras de Port Artue, lo condujo al parque Uangavu. Un hombre dormitaba etílico con una botella de enjuague de anguila en la mano. Ya había bebido suficiente. Kito se la arrebató y la guardó bajo el pantalón. El parque Uangavu está enfrente de la comisaría, no podía permanecer allí. Un leve fulgor lo guió, como si fuese una polilla, hacia una extraña edificación cefalopodomórfica. Tal vez allí pudiesen ayudarle.
Subió las escaleras de una en una, a pequeños saltos, qué más quisiera él que tener unas piernas largas que le permitiesen hacerlo de otra forma. Nada más cruzar el umbral, preguntó en voz alta:
—¿Han vist…?
—¡Ssssh! —le mandó callar una mujer esbelta con un tono dulce y autoritario al mismo tiempo. Se acercó a él con un porte erguido y elegante, se agachó hasta llegar a la altura de su oído y comenzó a susurrarle. Kito se estremeció—. ¿Acaso pretende arruinar mi negocio? No se quede ahí. Pase, ¿señor…?
—Ki… —comenzó a hablar en voz alta, pero rectificó inmediatamente— Kito.
—Señor Ki-kito, bienvenido a mi casa, que ahora también es la suya. Por favor, tenga la cortesía de tomar asiento.
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Kito se sentó en una de las butacas y miró alrededor: la mayoría de los sofás estaban ya ocupados, y todos ellos por mujeres recostadas en sus respectivos respaldos. En la comisura de la boca de cada una de ellas se formaba una media sonrisa que delataba el estado de paz en el que se encontraban sumidas. La iluminación era tenue e irregular. Levantó la mirada para comprobar de dónde procedía. Sobre sus cabezas, revoloteando, miles de mariposas albas bioluminiscentes. La conjunción de esa enorme cantidad de alas batiéndose creaba un ruido blanco muy relajante, similar al de la voz susurrante de Enola. Kito ya no recordaba qué le había llevado allí. Un cosquilleo le recorría la nuca y la vista se le nublaba. Se recostó también y, al son de varios millares de alas agitándose, cayó en un sueño tan profundo como no recordaba desde su infancia. Una imagen de Bwana y Lina cruzó su mente a la velocidad del rayo. ¡No podía fallarles! Intentó despertarse pero su cuerpo se negó. Se encontraba abrazado por unos tentáculos de terciopelo, volando bajo un mar de estrellas a lomos de una mariposa gigante, escoltado por cientos de lepidópteros de dimensiones similares. Las varias parejas de brazos que envolvían todo su cuerpo le proporcionaban un calor acogedor. La brisa nocturna refrescaba su cara. No podría estar más a gusto. Pero necesitaba escapar de allí y convencer a su cuerpo de que debía despertarse.

Escenario: Sobre el lomo de la mariposa, además de Kito, hay algunas cosas adheridas a su pelo —inaccesibles para él mientras no consiga librarse de los tentáculos—: una ramita, una cesta de picnic, un bidón de gasolina para motosierras, una caja de madera y una barra con su barman de rigor —Arnie—.

Inventario:

Objetos: una botella de enjuague de anguila, un globo con forma de Selma Lagerlöf y dos sobres de azúcar.

Habilidades:

  • Puede arreglar cualquier cosa. Con un poco de chatarra es capaz de construir lo que sea.
  • Está soñando, así que tiene los superpoderes oníricos habituales: caída de dientes, exámenes sin preparar y todo eso. Ya sabéis cómo va.
Miguel R. Fervenza
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